Es un grupo de medicamentos cuyo efecto es reducir de manera importante la cantidad de ácido que produce el estómago. Estos medicamentos actúan en las células gástricas que secretan ácido, bloqueando una bomba que libera iones de hidrógeno (ácido) al estómago. De su mecanismo de acción proviene el nombre de “inhibidores de bomba de protones” (IBP). El omeprazol fue el primer fármaco de este grupo y es utilizado desde 1989. En el siguiente cuadro se muestran los fármacos de este grupo que están disponible en México.
Estos medicamentos están indicados para el tratamiento de las enfermedades relacionadas con el ácido. Inicialmente fueron autorizados para el tratamiento de la enfermedad por reflujo gastroesofágico. La evidencia científica obtenida posterior a su comercialización amplió su uso a otras indicaciones. Sin duda, la aparición de estos fármacos modificó la historia de algunos padecimientos gastrointestinales. Un ejemplo es la franca disminución de cirugías para el tratamiento de la úlcera péptica y sus complicaciones.
En términos generales los inhibidores de bomba de protones se consideran fármacos muy seguros. Sus reacciones adversas, que incluyen flatulencia, cefalea, diarrea, dolor abdominal y náusea, suelen ser leves y autolimitadas. En caso necesario se resuelven cambiando de IBP. Este perfil de seguridad ha permitido que algunos de estos medicamentos, hayan sido aprobados para su venta libre (sin receta), con la intención de que sean usados por los pacientes por un máximo de 14 días.
Aunque algunas indicaciones por las que se administran estos medicamentos requieren tratamientos relativamente cortos que van de 14 días a 8 o 12 semanas, otras indicaciones requieren el empleo de estos fármacos por periodos prolongados de hasta varios años. Esto ha generado inquietud y preocupación sobre los posibles efectos nocivos de estos fármacos a largo plazo. Algunas comunicaciones han sugerido que el uso prolongado de estos fármacos se asocia a diversos padecimientos (ver cuadro). Vale la pena señalar que la mayor parte de estos estudios son de tipo observacional, no experimental. Este tipo de estudios identifican asociaciones pero no causalidad y por lo tanto no es posible decir que los IBP sean verdaderamente la causa de esos padecimientos a los que se han visto asociado. En algunos casos se han realizado algunos estudios experimentales, que en la mayor parte no han podido demostrar asociación causal.
Si bien la evidencia no encuentra una franca asociación entre el uso prolongado de inhibidores de bomba de protones y eventos adversos serios, esto de ninguna manera quiere decir que no se deban tomar suficientes precauciones. Las guías de práctica clínica sugieren:
- Asegurarse de que la indicación para el uso prolongado de IBP se correcta y respaldada por evidencia científica. En estos casos los beneficios que ofrecen superan los posibles riesgos.
- Utilizar la mínima dosis indispensable y por el periodo más corto posible.
- Intentar suspender o disminuir la dosis al menos una vez al año.
Dr. Aurelio López Colombo
Hospital Ángeles Puebla